Evangelio del Día 29 de agosto del 2020

Evangelio según San Marcos 4: 21-32

También les dijo: ¿Acaso se trae la luz para ponerla debajo del almud, o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero? Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz. Si alguno tiene oídos para oír, oiga.

Les dijo también: Mirad lo que oís; porque con la medida con que medís, os será medido, y aún se os añadirá a vosotros los que oís. Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.

Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo. Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga; y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.

Decía también: ¿A qué haremos semejante el reino de Dios, o con qué parábola lo compararemos? Es como el grano de mostaza, que cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra; pero después de sembrado, crece, y se hace la mayor de todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo pueden morar bajo su sombra.

Reflexión sobre el Evangelio del Día

Jesús siempre enseñaba palabras sabias a sus discípulos y a todo aquel que quería escucharlo. Por eso decía que la luz no es para tenerla escondida debajo de la mesa para que nadie la vea, todo lo contrarió, había que ponerla en lo alto en un candelabro para que todo el mundo pueda admirar su brillo. Así pasa hoy en día, hay que colocar el evangelio en lo alto para que todo el mundo pueda escucharlo y experimentarlo.

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También les hablaba de saber medir las palabras y bien sabio que fue porque hasta el sol de hoy nos gusta hablar de más, pero tengamos sumo cuidado porque de la misma manera en que midamos, seremos medidos; así que seamos compasivos para que también nos tengan compasión.

De igual manera pasa cuando nosotros sembramos la palabra en una persona o incluso en nosotros mismos, muchas veces no nos damos cuenta del proceso que se vive, no nos percatamos de todo lo que está pasando dentro de nosotros, hasta que nos damos cuenta que estamos dando frutos y llega la hora de enseñar a otros, o podemos mantenernos firmes ante la tempestad.

Así que no importa incluso que seamos un grano de mostaza muy insignificante al lado de otras semillas más grandes, llegará el momento oportuno para crecer, echar raíces y dar muchos frutos. Si te has sentido algo perdido en tu vida, te invitamos a que busques de Dios, leas la biblia que hay miles de versículos llenos de sabiduría que podrán ayudarte en cualquier etapa que estés pasando, y recuerda que el Señor te ama por sobre toda cosa, él quiere que estés a su lado siempre.

Oración del Día

 Yo confieso

Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos

Que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.

Por eso ruego a Jesús, a los ángeles, y al Espíritu Santo,

que intercedan por mí ante Dios, Nuestro Señor. Amén.

Salmos 42: 1-11

Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo;
¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?

Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche,
Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?

Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí;
De cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios,
Entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta.

¿Por qué te abates, oh alma mía,
¿Y te turbas dentro de mí?
Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
Salvación mía y Dios mío.

Dios mío, mi alma está abatida en mí;
Me acordaré, por tanto, de ti desde la tierra del Jordán,
Y de los hermonitas, desde el monte de Mizar.

Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas;
Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí.

Pero de día mandará Jehová su misericordia,
Y de noche su cántico estará conmigo,
Y mi oración al Dios de mi vida.

Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí?
¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo?

Como quien hiere mis huesos, mis enemigos me afrentan,
Diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios?

¿Por qué te abates, oh alma mía,
¿Y por qué te turbas dentro de mí?
Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
Salvación mía y Dios mío.

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